¡CUIDAMOS LA PÚBLICA!

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O.T. VERSOS, PROSAS Y CANCIONES JARAMAGAS.

Iniciado por Aldeire, 21 Febrero, 2010, 19:54:22 PM

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Albariza

Manuel Fernández Cuesta
eldiario.es

Caídos sí, no muertos, ya postrados titanes
Miguel Hernández

Sospecho que Miguel Hernández, el muchachón de Orihuela que dijo Neruda, anda en el limbo de los poetas cívicos, olvidado y romo, lejos del puntiagudo brío de sus carnívoros cuchillos. Pastoreando por igual cabras y sonetos, versos libres y la sensualidad de la naturaleza, frecuentaba de joven la biblioteca pública y leía a Virgilio y Verlaine gracias a su amigo Luis Almarcha, canónigo local, que con el correr de los años llegó a obispo de León. La morralla española, mantilla y rosario, echó sobre él, sobre su corazón nutriente, un capote de paseo, negro, violentamente negro, hasta terminar con su vida, bronquitis, tifus y tuberculosis, en la prisión de Alicante un 28 de marzo de 1942. Tenía 31 años y la pluma llena de salvajes metáforas.

Poeta por convicción que le brota del pecho y el estómago, casi un desparecido de la cultura ajena a la resistencia antifranquista, el que será tenaz combatiente republicano, publica  Perito en lunas en Murcia, enero de 1933. La edición consta de 300 ejemplares y aunque ha pasado ya por Madrid, frecuentado tertulias, pateado la calle sin dinero, acarreado naranjas para regalar a sus benefactores y agitado un par de cartas de recomendación, el libro enferma de indiferencia. Media docena de distraídas reseñas. Llorará Hernández (Orihuela, 1910), en el melifluo hombro de Lorca, consagrado ya, que le responderá con una breve nota de alabanza y lejanos cumplidos. Arranca Hernández con tristeza de campesino y una poesía culta, gongorina: el paso necesario. Su perseverancia superará el desafío. Quiere ser poeta, ciudadano poeta, combatiente poeta, hortelano poeta, amante poeta, todo, si puede ser, y poeta.

Anda Hernández cabizbajo y ausente por este siglo XXI de extrañezas y extrañamientos, bajo la curtida piel del cielo, en el reino oscuro del silencio. Salvo algunos especialistas, investigadores del fonema, profesores de gruesa gafa, noctámbulos y melancólicos, y sus afines ideológicos, cada vez menos (pese a las mareas de protesta), su poesía está huérfana de lectores. Ha pasado demasiada agua bajo el puente desde 1942, agua sucia, escoriada de franquismo y de la desmemoriada democracia de mercado, para que sea reconocida la palabra de un escritor que llevó el compromiso lírico a la batalla, a la barricada que separa la vida y la muerte. Eso que se denominó compromiso -en 1930 era solo la lucha por la dignidad humana frente al fascismo- la poesía social, de fuerte carga política y humana, no está de moda. Poco a poco fue la Generación del 27, Dámaso Alonso le consideró epígono del grupo, recobrando su sitio en el panteón: azares y recomendaciones editoriales, amistad y guiños intelectuales. Con el paso del tiempo, instalada la lógica cultural de la socialdemocracia de consumo, inmersos en masificación del PSOE, los poetas salieron de sus tumbas. Aniversarios, ediciones de obras completas, homenajes en el Círculo de Bellas Artes, congresos a cargo de las diputaciones y pagadores varios: reivindicaciones. Casi todos menos Miguel Hernández. Poeta y comunista. Demasiado sintagma para nuestra pandereta nacional.

Repito la idea, círculo mágico contra el culpable abandono, para hacerla visible en el texto. Como se repite en  Nanas de la cebolla la aterradora imagen de la herbácea, hija del vientre de la tierra, convertida en "sangre de cebolla". "Vuela niño en la doble / luna del pecho. / Él, triste de cebolla. /Tú, satisfecho. / No te derrumbes. / No sepas lo que pasa / ni lo que ocurre." El tiempo se detiene y veo a Hernández, voluntario en el Quinto Regimiento, cavando trincheras en Cubas, afueras de Madrid, septiembre de 1936. Emilio Prados le sacará del duro trabajo y empezará otras tareas, acorde con su talento, de agitación y propaganda. Es el Hernández, si posible, más político, el que interioriza el conflicto militar, el que observa la guerra como lucha de clases: la guerra de España. El poeta ha luchado, miliciano, con el Campesino, y en  Viento del pueblo, publicaciones del Socorro Rojo Internacional, 1937, desplegará toda su fuerza contenida, la pasión del combate justo. De  Rosario, dinamitera a  Sentado sobre los muertos, pasando por  El niño yuntero o  Canción del esposo soldado con el impresionante arranque "He poblado tu vientre de amor y sementera". Dedicado a Vicente Aleixandre, MH anotará en el prefacio: "El pueblo espera a los poetas con la oreja y el alma tendidas al pie de cada siglo".

Cautivos y derrotados. La República ha perdido la guerra. Esa que no podía ganar. La tierra se abre bajo los pies de Hernández. El eminente Joaquín de Entrambasaguas, filólogo y contable de almacén, manda destruir, abril de 1939, sin encuadernar, miles de copias de  El hombre acecha. El sendero del odio está custodiado por gastrónomos como el citado catedrático. Poeta de la tierra, como si él mismo fuera surco, polvo o trigo, poeta de atea religiosidad que escribe homenajes a su hijo muerto, a Dolores Ibárruri, al hambre, a los soldados y pueblos de España, su poderío le hace insoportable para los vencedores. Del verso libre al encasillado soneto. Del soneto al verso libre. De Aleixandre a Neruda. Miguel Hernández, culto y popular, niño pastor que no pudo estudiar, lector voraz y subversivo, rompe las formas poéticas, desgarra las palabras, arrastra el ritmo por los entresijos de su conciencia inquieta. Poco dado a elogios, Juan Ramón Jiménez escribirá en  El Sol, 23 de febrero de1936, de  El rayo que no cesa, "Tienen su empaque quevedesco los poemas, es verdad, su herencia castiza. Pero la áspera belleza tremenda de su corazón arraigado rompe el paquete y se desborda como elemental naturaleza desnuda."

"No hay más historia de España que la que ellos quieren", se lee en  Todo lo que se llevó el diablo (Tusquets, 2010), de Javier Pérez Andújar. Ni historia ni relato. Hernández es un fantasma delgado que recorre veredas y acequias con un zurrón lleno de pan y queso, versos dulces y envenenados, que claman por salir del lugar perdido, más allá de la mentira, que la cultura liberal, neoliberal o postliberal les ha asignado. No es un G27 ni un G36. Su generación es un puñado de libros agrupados en unos dóciles volúmenes, Obra Completa, I y II, Espasa Calpe, 1992. El purgatorio de los escritores es un espacio cerrado, claustrofóbico, infierno de penas, atroz encierro para un mozo curtido en los desmontes. En 1925, por orden de su  padre padrone, abandonó los estudios con los jesuitas de Santo Domingo y volvió a los animales. En el campo escribe versos místicos, incendiados de amor, siguiendo el eco de Juan de la Cruz. MH vive rodeado de cabras, damiselas de antaño, que rumian adjetivos y hierba fresca.

Enero de 1940. Antonio Buero Vallejo, preso en la madrileña cárcel de Conde de Toreno, condenado a muerte, luego conmutada la pena por treinta años, igual que MH, coge un lápiz, carboncillo, y dibuja el rostro de Miguel para que su hijo sepa de su padre. El 4 de marzo, Hernández envía el retrato a su mujer, Josefina Manresa, con una nota. "No quiero dejar de cumplir en lo que puedo mi palabra, y ya que no puedo ir de carne y hueso, iré de lápiz, o sea, dibujado por un compañero de fatigas, como verás, bastante bien. Se lo enseñarás al niño todos los días para que vaya conociéndome, y así no me extrañará cuando me vea." Imaginemos la escena. Una cocina pequeña blanqueada por una luz mediterránea que calienta el escaso alimento disponible. El niño, en el regazo de su madre, contempla con asombrado un rostro extraño. "Un carnívoro cuchillo / de ala dulce y homicida / sostiene un vuelo y un brillo /alrededor de mi vida.

Diseccionados los poetas, devorados por notas a pie de página que, como voraces hormigas, marcan el camino de las páginas, urge saltarse normas y volver a la primitiva calidez de MH. Ajeno a los tópicos, MH es un poeta de la vida y la transformación que merece una pausada mirada máxime ahora, cuando la casta dominante y sus perros guardianes, nos arrojan, de nuevo,  al vertedero de la Historia. Nunca le perdonaron su elegancia de poeta sencillo ni la fiereza de sus críticas. Para ellos, la canalla que regentea esa España obscena y deprimente, por decir con Cernuda, copio estos versos. "Hombres veo que de hombres / solo tienen, solo gastan / el parecer y el cigarro, / el pantalón y la barba."
La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar.

Aldeire


ChusCyL

Iam tempus est agi res

Albariza

MALOS TIEMPOS PARA LA LÍRICA

Sí, ya sé: sólo al que es feliz
se le quiere. Su voz
se oye con gusto. Su rostro es bello.

El árbol achaparrado del patio
indica que el terreno es malo, pero
los que pasan lo tildan de chaparro
con razón.

Los barcos verdes y las alegres velas del Sund
no los veo. De todo
veo sólo la gigantesca red del pescador.

¿Por qué hablo únicamente
de que la aldeana a los cuarenta anda encorvada?
Los pechos de las chicas
son tibios como antaño.

En mi canción una rima
casi me resultaría una insolencia.

En  mí luchan
el entusiasmo por el manzano en flor
y el espanto ante los discursos del pintor de brocha gorda.

Pero sólo lo segundo
me impulsa a escribir.

Bertolt Brecht

La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar.

ChusCyL

Ni mucho menos...

Pata Negra, Pasa la vida

Se quedó prendida en el lugar. Será su banda sonora.

¡¡Gracias!!  anaidbesos




Iam tempus est agi res

ChusCyL

Y ésta por los A-brazos siempre dispuestos a recogerme y traerme de vuelta a casa.

Counting crows - Sullivan street

Mi preciosa Aldeire, no te alejes   anaidanimo anaidanimo anaidanimo
Iam tempus est agi res

Albariza


El País
31/08/2013



"Lentamente / los muertos avanzan / hacia el futuro".

Pero Seamus Heaney ya hacía realidad su propio verso antes de morir ayer a los 74 años, tras una breve enfermedad. Poeta, dramaturgo, crítico literario y premio Nobel de Literatura de 1995, era considerado el poeta irlandés más destacado desde William Yeats, un elogio incomparable al pertenecer a un país con una tradición de memorables escritores.

"Todo mi trabajo es un pulso entre lo lírico y lo cívico", eran las palabras con las cuales le gustaba definirse a este escritor nacido el 13 de abril de 1939 en el Condado de Derry (Irlanda del Norte). Y sí, tenía razón, lo lírico y lo cívico conviven en su creación literaria de manera intelectual, emocional y pictórica. Verso y prosa marcadas por los años infantiles, la violencia de protestantes y católicos del Ulster e influida por la búsqueda de la propia historia de su país. Tres vías de un mismo destino que se encuentran felices en el niño que fue, el que vio lo que vio y el que soñó lo que soñó, con el adulto que evoca alegrías impregnadas de dolor y de tragedia.

Heaney convierte en literatura su compromiso con los ideales infantiles y los ideales de la vida, de la convivencia y la comprensión, en cuya ruta aparece inevitablemente la política, unas veces de manera más directa y otras menos. En 1972 se fue a vivir a Dublín como una muestra de su compromiso nacionalista y reflejada en poemarios como Norte.

Es el creador de "una obra literaria de belleza lírica y profundidad ética, que exalta los milagros de cada día y el pasado vivido", proclamó la Academia sueca al concederle el Nobel.

Leerlo es reconocer pasados propios y recuerdos soñados, y, también, recorrer con sus palabras la historia de Irlanda del Norte en su serenidad y en sus diversas zozobras. De familia católica, Heaney vivió entre el mundo de su padre, con su granja y todo, y el de su madre con sus raíces industriales, y lo que conlleva la estela de la revolución proletaria.

Mundos reales y sensoriales unidos por su lenguaje sigiloso y preciso, "dueño de una maestría en la que resalta su aparente simpleza para describir las situaciones con las que te va metiendo en un ambiente sin que te des cuenta", destaca Chus Visor, uno de sus editores en España.

"La primera captación en serio que tuve de las cosas

fue cuando aprendí el arte de pedalear

(con la mano) una bici, colocada al revés

e impulsé la rueda trasera preternaturalmente ligero.

Yo amaba la desaparición de los rayos

el modo como el hueco entre el eje y la llanta

susurraba transparente...".

Memoria y futuro vívido en estos versos iniciales del poema Ruedas dentro de ruedas que reflejan su espíritu nostálgico de gran luminosidad. Su poesía, dice el poeta Martín López Vega, "es un pequeño huerto donde se cultiva la humanidad, donde se la mima para evitar las pestes. Es un manual sobre cómo conservar el entusiasmo de la infancia. Es magia: si traduce a Beowulf sus palabras suenan como espadas y si habla de una mujer que canta en el poema hay un camino que también canta. Es el recuerdo de que la poesía construye el mundo en que vivimos y el modo en que lo habitamos".

Si Heaney publicó su primer poemario en 1963, Muerte de un naturalista, y firmó diversas obras teatrales, como The Cure at Troy (1990) y The Burial at Thebes (2004), es en 1983 cuando hace su entrada grupal en la poesía inglesa contemporánea al ser el principal reclamo de una antología presentada por los poetas Andrew Motion y Blake Morrison. Fue catedrático en las universidades de Harvard y Oxford.

Seamus Heaney siempre buscó un retrato fiel de lo que quería contar, transmitir, compartir. Cuando un día de 2003, en una entrevista a este diario se le preguntó si su poesía se estaba haciendo más intelectual con el tiempo fue luminoso: "¡Más literaria! Pero siempre trato de manejar eso, de hacer algo más directo. El camino es difícil, porque escribir tiene una parte inconsciente y otra muy consciente, publicar y ser criticado. El poeta es una criatura inventada que firma con tu nombre. Y al tiempo, escribir supone olvidarse de uno mismo, y hay tantas maneras de olvidarse como de estar presente. Sospecho que no hay remedio para eso, ni solución. La poesía es una mezcla de accidentes, gracia y trampas. Hay que trampear para buscar la inocencia; si no, solo te dedicas a ser tú mismo".
La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar.

Albariza

Sibila
Seamus Heaney

Mi lengua se movía, una relajante bisagra ondulante.
Le dije a ella, «¿qué será de nosotros?»
Y como agua olvidada en un pozo puede agitarse
tras una explosión bajo la mañana

o una fractura recorre un tejado,
empezó a hablar.
«Pienso que nuestra forma misma deberá cambiar.
Perros en un asedio. Recaídas de saurios. Hormigas.

A menos que el perdón encuentre voz y nervio,
a menos que los árboles sangrantes y con casco
puedan ser verdes y dar brotes como el puño de un niño
y el pútrido magma incube

ninfas brillantes... Mi gente piensa en el dinero
pero habla del tiempo. Los pozos petróleo calman su futuro
como simples temas de adquisición. El silencio
se vuelve bajío con el sonar de ecos que lanzan las traineras.

La tierra a la que aplicábamos nuestro oído durante tanto tiempo
está despellejada o muy callosa, y sus entrañas
tentadas por un augurio impío.

Nuestra isla está llena de ruidos nada confortantes.

De "Trabajo de campo" 1979
La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar.

ChusCyL

Porque sí. Porque no nos lo pueden impedir. Porque vamos a poder.
Para nuestros peques

Albert Pla & Pascal Comelade - Somiatruites


bebespole anaidbesos bebespole anaidbesos
Iam tempus est agi res

Albariza

La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar.


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