¡CUIDAMOS LA PÚBLICA!

'

O.T. VERSOS, PROSAS Y CANCIONES JARAMAGAS.

Iniciado por Aldeire, 21 Febrero, 2010, 19:54:22 PM

Tema anterior - Siguiente tema

0 Miembros y 1 Visitante están viendo este tema.

ChusCyL

EL MUNDO

"Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo.
A la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos.

- El mundo es eso -reveló- Un montón de gente, un mar de fueguitos.
Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás.

No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende."

Eduardo Galeano


:)  Besos y abrazos encendidos
Iam tempus est agi res

ChusCyL

Y rebeldes.


Mortal en rebeldía
Andrés Neuman

"Se supone que estas son fechas de balances y propósitos. Sin embargo, en la práctica, las Navidades parecen oficialmente organizadas para que apenas podamos pensar. Para que su alegría un tanto sobreactuada nos conduzca al consumo o al consuelo, más que a las conclusiones. La llamada sociedad del bienestar, con la salud y la felicidad como argumentos recurrentes, se postula en teoría como moral hedonista. Evitar los pensamientos negativos y alejarse de la angustia, tal como sugieren las literaturas de autoayuda, tendría como presunto objetivo el goce de la vida. Pero si se omite el discurso de la muerte, si en paralelo no se desarrolla una moral de la mortalidad, los principios de la sociedad del bienestar se nos revelan violentamente capitalistas. Para que puedan oprimirme, para que puedan explotarme más allá de lo razonable, es necesario que en el fondo yo me sienta inmortal. Alguien que se piense desde la muerte, que cultive la certeza filosófica de que morirá mañana, tendrá mayores reparos a la hora de dejarse explotar. El ciudadano medio es potencialmente más rebelde sabiéndose mortal que viviendo en una suerte de inopia donde la finitud funciona apenas como un vago sobreentendido. Quien pone la mortalidad en el centro de su identidad tiende a adoptar decisiones radicales. Estas decisiones resultarán probablemente subversivas o, como mínimo, bastante menos productivas desde el punto de vista económico. No hay bienestar posible sin dejar de estar. En las antípodas de lo deprimente, nombrar el propio fin (¿qué otra cosa es el arte si no un ars moriendi?) puede ser el principio vital de toda rebeldía."


Cuanto más tiempo pasemos sedados mayor será nuestra desorientación. Vulnerables, en cualquier caso, a merced de decisiones que nos son ajenas.

PS: Albariza, esto también, ¿verdad?
Iam tempus est agi res

ChusCyL

Iam tempus est agi res

Albariza

Cita de: ChusCyL en 06 Enero, 2014, 11:04:08 AM
PS: Albariza, esto también, ¿verdad?

Claro, Chus. Eso también.  anaidbesos


Cita de: ChusCyL en 06 Enero, 2014, 11:04:08 AM
Pero si se omite el discurso de la muerte, si en paralelo no se desarrolla una moral de la mortalidad, los principios de la sociedad del bienestar se nos revelan violentamente capitalistas.

Sin olvidar que el capitalismo, al mismo tiempo que nos crea la ilusión de nuestra inmortalidad para explotarnos mejor, convierte nuestra muerte, la nuestra no la de ellos, en un negocio perverso.


Santiago Alba Rico
La Calle del Medio


Es una historia muy dura. El pasado 24 de febrero la policía ucraniana descubrió en el interior de una furgoneta huesos y tejidos humanos mezclados con fajos de billete. No se trataba del crimen de un mafioso vengativo o de un sociópata desalmado sino de los flecos de un negocio banal. Ucrania forma parte de la ruta internacional de "ingredientes" para la fabricación de artículos farmacológicos -implantes dentales, prótesis y cremas antiarrugas- vendidos en todo el mundo y muy especialmente en Estados Unidos, máximo receptor de este tipo de productos. La investigación, en efecto, reveló que restos de ciudadanos ucranianos eran enviados a una fábrica en Alemania, subsidiaria a su vez de una compañía norteamericana de productos médicos con sede en Florida, la RTI Biologics, que factura todos los años 169 millones de dólares gracias al "reciclaje de material anatómico".

Uno de los problemas es que el sistema de donación de tejido humano está sometido a una regulación mucho más liviana que el de semillas o el de juguetes de plástico y, desde luego, claramente más tolerante que el de sangre u órganos para trasplante. Es difícil seguir la pista al tráfico legal de piel, huesos y válvulas sanguíneas y la mayoría de sus beneficiarios -en clínicas y hospitales de todo el mundo- no conocen la procedencia del perno que le han instalado en la dentadura o de la prótesis gracias a la cual ha dejado de cojear. Más grave aún: una parte importante de este tráfico no procede de donaciones sino de una red ilegal de saqueo y comercio de cadáveres cuyos beneficios oscilan entre 80.000 y 200.000 dólares por "unidad corporal". Entre los restos encontrados en la furgoneta se encontraban algunos pertenecientes a Oleksandr Frolov, de 35 años, muerto a causa de un ataque de epilepsia. "De camino al cementerio, cuando estábamos en el cortejo fúnebre, notamos que uno de los zapatos se caía, parecía estar suelto", contó su madre. "Cuando mi nuera lo tocó, dijo que el pie estaba vacío". Más tarde, la policía le mostró una lista de lo que había sido extraído del cuerpo de su hijo: dos costillas, dos talones de Aquiles, dos codos, dos tímpanos y dos dientes.

La historia viene de lejos. En marzo de 2003, la policía de Letonia investigó si el proveedor local de Tutogen, la subsidiaria alemana de RTI Biologics, había extraído tejidos de unos 400 cuerpos depositados en el instituto médico forense del Estado sin el consentimiento pertinente. Dos años más tarde, Michael Mastromarino, propietario de la Biomedical Tissues, fue procesado por comprar a los enterradores de Nueva York y Pensilvania hasta 1.000 cadáveres a fin de fabricar y vender productos biomédicos en Canadá, Turquía, Suiza y Australia. Tanto en el caso de Tutogen como en el de Mastromarino los cadáveres, despojados de sus entrañas y rellenos de telas, madera y tubos, eran devueltos a sus familias, que los enterraban sin sospechar nada. Mastromarino, hoy en la cárcel como "ladrón de cadáveres", declaró con toda naturalidad: "Esta es una industria. Es una mercancía. Como la harina en el mercado. No es diferente". Y añadió: "yo tomé atajos. Pero sabía dónde podía hacerlo. Proporcionábamos un producto fantástico".

El tráfico de lo que eufemísticamente llaman "material anatómico" tiene sin duda consecuencias graves para la salud: la implantación de tejidos sin control ha producido ya numerosos casos de cáncer, hepatitis C o SIDA en los receptores. Pero éste, en todo caso, es un mal muy pequeño frente al que se hace a -digamos- la "civilización humana", cuyo fundamento histórico y cultural gira en torno a tres elementos: el fuego, las semillas y el culto a los muertos. Puede parecer una exageración, pero de alguna manera son los muertos los que protegen y humanizan las relaciones entre los vivos; son los muertos los que evitan la descomposición temporal de las sociedades humanas. Ateos o creyentes, la muerte aparece ante nosotros como ese límite insuperable que amenaza el orden social y que sólo puede ser absorbido en él de manera precaria y provisional, prolongándolo -por así decirlo- en una frágil "sociedad de antepasados". La ceremonia, la memoria y la repetición gestual -las flores en la tumba, la receta de la abuela o el modo de caminar del hermano muerto- permiten "solucionar" un problema que de otro modo disolvería en el terror todas las relaciones humanas. Estamos vinculados entre nosotros porque estamos vinculados al futuro a través de los niños y porque estamos vinculados al pasado a través de los muertos. Al contrario que el mercado, una sociedad humana es el conjunto de las demandas de las generaciones pasadas, presentes y venideras.

Al morir, un cuerpo se convierte definitivamente en objeto. El cadáver está solo y es vulnerable y dependiente. Requiere cuidados. Tras una despedida solemne, es necesario enterrarlo o quemarlo -paradójicamente- para que no vuelva a la vida; es decir, para que no se convierta en otra cosa de lo que era. Los procesos de descomposición -invasión de un nuevo bullicio vital de otro orden- desbaratan la completud final del muerto, que conserva todavía un instante la dignidad inerte, pasiva, desprotegida, de lo que fue nuestra madre, nuestro tío o nuestro amigo. Ese objeto -el cadáver- es terrible porque es humano e inhumano al mismo tiempo y porque nuestro esfuerzo por mantenerlo en la humanidad, siempre fracasado, implica su renuncia a él. Es nuestro porque nos aseguramos de que nadie va a tocarlo; es de todos porque nos aseguramos de que no será privatizado por un extraño. Comerciar con el sexo, con las semillas o con el agua es un atentado sin duda a la seriedad colectiva del mundo; pero comerciar con los muertos es como arrancarle todas las vértebras, y dejar sin venas ni huesos, a la Humanidad entera.

La muerte, como límite insuperable, sólo se puede humanizar renunciando a recuperar socialmente -racionalmente- el cadáver del ser querido. El mercado ha vuelto legítima, honorable y banal la profanación de los muertos. Se dirá que el culto a los muertos es una superstición, que el progreso requiere dejar atrás tabúes obstaculizadores y que, a través de este comercio, los muertos, hasta ahora inservibles, borde de toda funcionalidad, se vuelven socialmente útiles y ayudan a seguir viviendo a los vivos. Pero la paradoja es justamente ésa: al recuperar socialmente a los muertos convirtiéndolos en mercancía, al negarnos a renunciar a ellos, al mantenerlos en nuestros cuerpos sin permitir que formen su propia sociedad exterior, y al hacer todo esto contra la voluntad del muerto y de sus supervivientes, privamos definitivamente a la humanidad de esa exterioridad irreductible -la Naturaleza- sin la cual son imposibles los trabajos agotadores y maravillosos de la cultura humana.

Hay cosas que no se pueden racionalizar sin perder completamente la razón. Hay cosas que no se pueden desdramatizar sin agravar el drama. Una humanidad sometida a una hambruna tal que sólo pudiera sobrevivir alimentándose de la carne de sus padres muertos no merecería el nombre de humanidad y no merecería, por tanto, sobrevivir. El mercado capitalista apunta siempre al derrumbe de la civilización; y si aún no ha conseguido su propósito es sólo porque miles de hombres y mujeres la sostienen y apuntalan cocinando, amando a sus niños, cuidando a sus ancianos, despidiendo a sus muertos y luchando por la tierra y el fuego.
La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar.

Albariza

Y qué bella la muerte en manos de un poeta genial...


Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
Cesare Pavese

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
esta muerte que nos acompaña
de la mañana a la noche, insomne,
sorda, como un viejo remordimiento
o un vicio absurdo. Tus ojos
serán una palabra vana,
un grito acallado, un silencio.
Así los ves cada mañana
cuando te inclinas sola ante el espejo.
Oh querida esperanza
también nosotros aquel día
sabremos que eres la vida y eres la nada!

La muerte tiene una mirada para todos.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
será como abandonar un vicio,
como ver que emerge de nuevo
un rostro muerto en el espejo,
como escuchar un labio cerrado.
Descenderemos, mudos, al abismo.
La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar.

ChusCyL

La melancolía
Noni Benegas

Si soy feliz, ¿por qué yo no me entero?
¿por qué el matiz entre mejor y apenas
no alcanza a desligarme de mis penas
y estando bien también me desespero?

Si tengo mucho, ¿qué otra cosa espero?
y si poco, ¿por qué busco sirenas,
y bailo atada a un mástil con cadenas
al son de falsas letras que no creo?

¿Por qué no hago una playa de este piso
si tanto quiero arena, sol y luna
y mágica adivino tras la duna

la noche con sabor a paraíso?
Ese vaivén del alma es porque añora
el recuerdo de un algo que ella ignora.

De Las entretelas sedosas (2001)

Iam tempus est agi res

Albariza

Chicago está llena de fábricas. Hay fábricas hasta en pleno centro de la ciudad, en torno al edificio más alto del mundo. Chicago está llena de fábricas, Chicago está llena de obreros.
Al llegar al barrio de Heymarket, pido a mis amigos que me muestren el lugar donde fueron ahorcados, en 1.886, aquellos obreros que el mundo entero saluda cada primero de Mayo.

- Ha de ser por aquí - me dicen.

Pero nadie sabe.

Ninguna estatua se ha erigido en memoria de los mártires de Chicago en la ciudad de Chicago. Ni estatua, ni monolito, ni placa de bronce, ni nada.

El primero de Mayo es el único día verdaderamente universal de la humanidad entera, el único día donde coinciden todas las historias y todas las geografías, todas las lenguas y las religiones y las culturas del mundo; pero en los Estados Unidos, el primero de Mayo es un día cualquiera.

Ese día, la gente trabaja normalmente, y nadie o casi nadie, recuerda que los derechos de la clase obrera no han brotado de la oreja de una cabra, ni de la mano de Dios o del amo.

Tras la inútil exploración de Heymarket, mis amigos me llevan a conocer la mejor librería de la ciudad. Y allí, por pura curiosidad, descubro un viejo cartel que está como esperándome, metido entre muchos otros carteles de cine y música rock.

El cartel reproduce un proverbio del África:
"Hasta que los leones tengan sus propios historiadores, las historias de cacería seguirán glorificando al cazador".



Eduardo Galeano
"El Libro de los Abrazos"
La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar.

ChusCyL

Iam tempus est agi res

respublica



teleSUR te ofrece las obras completas de Eduardo Galeano para descargar en formato PDF. El escritor y periodista uruguayo, Eduardo Galeano, falleció este lunes a los 74 años en Montevideo (capital uruguaya).

- Cuando todos piensan igual, ninguno está pensando -


¡CUIDAMOS LA PÚBLICA!

'