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LA CASTA

Iniciado por RM, 10 Octubre, 2014, 17:25:32 PM

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La estrategia de Podemos puede dificultar pactos territoriales para las generales



F. MANETTO / E. GARCÍA DE BLAS / S. VIZOSO Madrid / Santiago



Las fuerzas con las que Podemos busca confluir a escala autonómica para mejorar su resultado en las generales en Cataluña, Comunidad Valenciana y Galicia comienzan a poner sus condiciones al líder de la formación, Pablo Iglesias. Estas incluyen la exigencia de un frente amplio en el que estén IU y movimientos sociales y el orden de los nombres en la papeleta, puesto que las Mareas gallegas rechazan figurar en segunda posición tras Podemos.

La vicepresidenta de la Generalitat valenciana y líder de Compromís, Mònica Oltra, fuerza hegemónica de la izquierda alternativa en esa comunidad, quiere que su partido concurra a las generales "en una plataforma social amplia en la que obviamente esté Podemos". No obstante, según enfatizó en una entrevista en EL PAÍS, también exige que "haya otras personas que han representado a otras fuerzas o a otros movimientos que se han destacado en la lucha por los derechos de los ciudadanos". "Se trata de concurrir en una única oferta electoral", afirmó.

En Galicia, la postura de Podemos le puede dejar fuera de la confluencia electoral que tantean las Mareas —integradas por colectivos ciudadanos, fuerzas nacionalistas como Anova o Compromiso por Galicia, e Izquierda Unida— y el BNG. La formación de Iglesias lleva meses insistiendo en que solo participará en una Marea gallega si la candidatura lleva su nombre en primer lugar. Esta propuesta es inadmisible para el resto de formaciones favorables a una lista de unidad popular. Mientras Podemos se aleja, el BNG está dando pasos para acercarse. Tocado por un descenso electoral en los últimos años, ha abierto su discurso a integrarse en una "candidatura nacional" en lugar de nacionalista.

La dirección de Podemos mantiene, por el momento, su estrategia electoral, que consiste en concurrir sola, con su nombre y logo, a las elecciones generales, con la salvedad de algunas autonomías donde pretende aprovechar el tirón de otras formaciones como ICV, Compromís, Més por Mallorca o las mareas.

Este plan fue avalado en julio por las bases del partido emergente, aunque con una abstención muy alta (más del 85% de los inscritos), pero tendrá una prueba de fuego decisiva: las elecciones catalanas del 27 de septiembre, a las que Podemos concurre en coalición con ICV y Esquerra Unida en la candidatura Catalunya sí que es Pot. A la hipótesis de que un buen resultado pueda cambiar el escenario de la confluencia se aferran, por ejemplo, la dirección de IU y la plataforma de unidad popular Ahora en Común, nacida hace un mes para impulsar una confluencia entre Podemos y la federación de izquierdas.
Ley d'Hont

El candidato de IU, Alberto Garzón, espera que el 28 de septiembre Iglesias se vea obligado a un viraje y se abra a repetir esa fórmula en las elecciones generales. Al mismo tiempo, en el partido de Garzón y Cayo Lara insisten en el argumento de los números: como bien conocen en la federación de izquierdas, cuyos resultados se han visto lastrados durante años por esa circunstancia, la Ley d'Hont perjudica a los partidos minoritarios porque exige en las circunscripciones pequeñas un alto porcentaje —de hasta más del 30%, por ejemplo, en el caso de Soria en las generales de 2011— para lograr un diputado.

De ahí que, esgrimen, Podemos necesite una candidatura confluyente que evite que no se pierdan votos. La misma idea es la que arguye la plataforma pro convergencia de Ahora en Común, que celebrará su primera asamblea nacional el próximo 12 de septiembre. Sus impulsores reconocen que la situación está en un impasse pero estiman que la presión creciente sobre Podemos puede provocar que reconsideren su estrategia. "Es el escenario deseable y no hace sino recuperar el propio espíritu fundacional de Podemos. Si estos procesos siguen adelante no quedará otra", sostiene Emmanuel Rodríguez, portavoz de Ahora en Común. Iglesias y la cúpula de Podemos quieren evitar la imagen de "frente de izquierdas", pero su estrategia, si no cambia, puede poner en peligro acuerdos incluso en esas comunidades en las que necesitan aliarse para ser una fuerza determinante y con peso en el Congreso en las próximas generales.

- Cuando todos piensan igual, ninguno está pensando -



RM


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Podemos tenía todos los mimbres (proyecto común, militancia dispuesta y espacio político) para enfrentarse con razones al nacionalismo. Pero se ha convertido en un centro de acogida de proyectos estériles que están vampirizando su proyecto




Félix Ovejero (*)


Algún día Podemos se estudiará en las universidades. Un grupo de politólogos, con una formación desacompasada con la que predomina en los mejores centros académicos y un relato congelado en la Transición, se encontró, sin reparar, ante los retos, no siempre decentes, de la política real. No siempre decentes pero siempre inexorables, esos que incluyen tener que responder a preguntas sobre planes hidrológicos, mecanismos monetarios de estabilidad o tarifas eléctricas, ante las que de poco sirve hablar de casta, hegemonía o empoderamiento. En esas condiciones, resultaron presa fácil para unos medios poco dispuestos a concederles tregua, sobre todo cuando, en los días en los que no anticipaban lo que les vendría encima, habían dejado un rastro inquietante que incluía sórdidas compañías, acosos e intimidaciones y hasta defensas delirantes de ideas dignas de defensa. Con prisas cosieron un programa que salió lleno de costurones. Un día se defendía una cosa y al día siguiente se rectificaba. Una improvisación y unas inercias confirmadas en la hora de gestión, cuando, después de buscar infructuosamente retratos de Franco, la emprendieron contra callejeros en los que tenían problemas para encontrar huellas de la dictadura. Cuarenta años de limpieza pero ellos estaban en el 1979, en las primeras municipales democráticas.

Los dirigentes más perspicaces parecieron reparar en que su tradición heredada, eficaz para recocerse en la propia salsa, resultaba estéril para encarar el poco piadoso mundo de la política real. Comprendieron eso y, sobre todo, que su reto era encontrar un perfil que nadie pudiera disputarles.

Algo tenían. Disponían de dos activos potenciales que otros habían desatendido y que ellos podían explotar en régimen de monopolio. Eran de largo recorrido y hasta podían recomponer el paisaje político. Y, me temo, los han dilapidado.

El primero, el 15-M, que, con ambigüedades y torpezas, había introducido un relato regeneracionista en el que destacaban principios de calidad democrática, justicia social y lucha contra la degradación y el uso patrimonial de las instituciones. Aquel legado podía proporcionar un saludable sustrato de socialización política. No es una tontería. En la trama civil de los países hay procesos que resultan básicos al suministrar en edades decisivas unas elementales coordenadas con las que ordenar experiencias y trato moral con el mundo. Son, forzando el léxico de Ackerman, "momentos constitucionales", donde el curso de la historia parece acelerar el paso y los ciudadanos se reconocen en un conjunto de convicciones, decisivas para el resto de su vida, incluso en el caso de que acaben por pelear con ellas. Con un poco de suerte y buenas lecturas dotarán de cauce racional a adscripciones que inicialmente no responden a meditados análisis. Sucedió en nuestra historia reciente con la Transición, el referéndum de la OTAN o la guerra de Irak y pudo suceder con el asesinato de Miguel Ángel Blanco, cuando la más espontánea de las respuestas, amarrada en un fondo de dignidad característicamente humana, llevó a muchos jóvenes a levantar una linde entre los asesinos, que cercenaban la libertad de todos, y unos conciudadanos dispuestos a darse razones unos a otros. Pero no sucedió así porque algunos hicieron lo posible para que no sucediera y, en este tiempo, las únicas socializaciones eficaces han sido las de un nacionalismo que recibió con preocupación al 15 M, el "internacionalismo progre, que va de apátrida, de cosmopolita" de unos ciudadanos a los que recomendaba que "se fueran a mear a España" (Carod-Rovira).

El otro activo arrancaba de una anomalía española: la ausencia de una izquierda explícitamente antinacionalista, crítica con un proyecto que asume como principio regulador que un conjunto de personas, por el hecho (falso, por cierto) de participar de ciertos rasgos comunes, pueda privar a otros de la condición de conciudadanos. Podemos tenía a su disposición principios y argumentos para construir ese partido. Las políticas identitarias han oficiado como sistemas de penalización y de exclusión, en las comunidades autónomas y en el conjunto de España. Distintas investigaciones confirman el vínculo entre esas políticas y la peculiar composición de las élites sociales y políticas. Circunstancias ajenas a las capacidades de los ciudadanos resultan decisivas en el acceso a las posiciones laborales y políticas. Por otra parte, muchas políticas descentralizadoras, en realidad, empeoran el autogobierno, que, entre otras cosas, requiere poder real de decisión. Sin ir más lejos, las posibilidades redistributivas quedan debilitadas cuando se transfieren impuestos como IRPF, patrimonio, transmisiones o donaciones: las autonomías, compitiendo por "ofrecer las mejores condiciones tributarias", hacen imposible su aplicación. Por ese camino simplemente desaparece el Estado como instrumento de realización de la justicia.

Por dependencias diversas, nuestra izquierda se ha mostrado comprensiva con el tóxico relato nacionalista. Los peajes no han sido pocos y, entre ellos, no es el menor un empacho de remiendos conceptuales, para cuadrar lo incuadrable, que le ha impedido pensar claro. Podemos no tenía ese lastre porque no tenía los gastados tributos. Había nacido como partido nacional, no como una gavilla de proyectos locales, y podía nutrirse aquí y allá de gentes de izquierdas que, comprometidas con el interés general y, por ende, alejadas de quienes entienden el trato entre ciudadanos como un conflicto de identidades, se habían alejado de los partidos tradicionales y, no menos, de las izquierdas étnico-patrióticas. Estaban los mimbres (proyecto común, militancia dispuesta y espacio político) para enfrentarse con razones al nacionalismo.

Lamentablemente, lo recorrido hasta ahora invita a abandonar toda esperanza. Podemos se ha convertido en un centro de acogida y reciclaje de izquierdas nacionalistas. Partidos políticos agonizantes, junto con nacionalistas electoralmente estériles por su cuenta pero dispuestos a parasitar a cualquiera mientras puedan sembrar su mensaje, han vampirizado el proyecto. Una película que, en versiones menos aceleradas, ya hemos visto y cuyo final conocemos: una izquierda acobardada ante el delirio nacionalista, puramente reactiva, que solo sabe decir que no, a bulto y sin razones, y que oculta su falta de ideas con pirotecnia y efectismos. Basta con ver esa política gestera con los símbolos del Estado. Un uso patrimonial y arbitrario de las instituciones poco acorde con un ideal republicano tantas veces invocado. Pero eso es casi lo de menos. Lo peor es que para oponerse a quienes quieren acabar con el Estado del bienestar busquen la compañía de quienes quieren acabar —y lo proclaman— con el Estado, su condición de posibilidad.

Lo que pueda pasar con Podemos importa poco. Lo que pase con las energías que han malbaratado, mucho. Quedan a la espera.




(*) Félix Ovejero es profesor de la Universidad de Barcelona.

- Cuando todos piensan igual, ninguno está pensando -


RM

respublica:

Por lo que leo en prensa parece muy probable que Podemos e IU vayan juntos en Andalucía a las generales,así que al final aquí puede que en esta ocasión no sean tan malos.

respublica

El artículo no tiene nada que ver con alianzas entre Podemos e IU sino entre los independentismos basados en la insolidaridad (nos roban impuestos que van a parar a los más pobres en vez de quedárnoslos los más ricos) y la izquierda, que es un debate que muchas veces se ha suscitado aquí y en el que siempre me he posicionado en el internacionalismo, no en el nacionalismo de una u otra bandera.


Saludos.

- Cuando todos piensan igual, ninguno está pensando -

RM

Me creo que IU y Podemos tienen una posición parecida ante los nacionalismos:sí al derecho a decidir y luego votar no a la independencia.

De hecho en Cataluña comparten candidatura,así que en este tema yo los veo igual de malos o igual de buenos,según como se mire.

Dentro del nacionalismo hay también posiciones,supongo que no es lo mismo el nacionalismo de Convergencia que el de ERC.O no es lo mismo el nacionalismo de PNV que el de BNGA.

Parece que para algunos se puede ser nacionalista y de izquierdas:caso de ERC o BNGA.

respublica

Lo que los independentistas catalanes llaman "el derecho a decidir" no es más que el supuesto derecho a la insolidaridad de los habitantes con mayores ingresos en un territorio respecto a los que tienen menos ingresos en otras partes del mismo estado.

Y no existe el derecho a la insolidaridad ni debiera existir porque si la solidaridad se plantea como acto voluntario, entramos en el concepto de la caridad y la beneficiencia muy propio de la derecha pero muy alejado de la izquierda.

Existe el derecho internacional a la autodeterminación de los pueblos colonizados y también podría argumentarse en el caso de los pueblos que sufren represión en función de su propia identidad, pero en absoluto es el caso de Cataluña, donde más bien quienes sufren discriminación son los castellanoparlantes que no pueden escolarizar a sus hijos en su lengua materna a pesar de ser oficial en todo el territorio español.

ERC no es un partido de izquierdas, es un partido independentista que ha apoyado a la derecha independentista liberal y corrupta e incluso va en las mismas listas. Diferente sería el caso de las CUP, aunque está por ver si no van a apoyar también a un gobierno liberal conservador.

IU ya tuvo que romper con sus federaciones de Cataluña (ICV) o el País Vasco cuando fueron vampirizadas por los independentistas. El problema es que es muy difícil ser de izquierdas en esos territorios y no sucumbir ante el independentismo insolidario, por lo que al final ha tenido que establecer de nuevo alianzas con quienes rompió u optar por la desaparición en esos territorios.

A Podemos le ha pasado lo mismo e incluso un nutrido grupo de militantes ha denunciado el desvío hacia posiciones independentistas puesto que varios de sus dirigentes han manifestado que votarían a favor de la independencia en un supuesto referéndum. Ese referéndum no es más que una estrategia para conseguir la secesión y que "el dinero de los catalanes no vaya a los andaluces y extremeños". Yo no veo sentido alguno en apoyar esa estrategia y pienso que EUiA (IU en Cataluña) se equivoca al defenderla.

De hecho tengo familiares en Cataluña que son de izquierdas, no quieren la independencia insolidaria que les plantean y se ven huérfanos de opciones políticas por lo que se ven abocados a votar a C's como mal menor frente a la otra opción no independentista del PP.


Saludos.

- Cuando todos piensan igual, ninguno está pensando -


Uleti

Cita de: respublica en 19 Septiembre, 2015, 21:56:49 PM
Lo que los independentistas catalanes llaman "el derecho a decidir" no es más que el supuesto derecho a la insolidaridad de los habitantes con mayores ingresos en un territorio respecto a los que tienen menos ingresos en otras partes del mismo estado.

Es más que eso, es el supuesto derecho de expropiarle el derecho a decidir sobre esas cuestiones a la mayoría de las personas que tienen ese derecho reconocido, es decir, a todos los españoles. También es el supuesto derecho de saltarse la legislación que no le guste por el motivo que sea.

RM

Pues yo creo que es un derecho similar al  que han tenido  los de Quebec o los de Escocia y en ese caso sus respectivos gobiernos han hecho un referéndum legal y democrático a diferencia de lo que plantean aquí los del PP y Psoe que lo niegan.

El derecho a decidir en Cataluña no sólo lo piden los de Convergencia y los de ERC,sino partidos españolistas como el PSC,IU y Podemos ,que se suponen no son insolidarios.


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