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LA CASTA

Iniciado por RM, 10 Octubre, 2014, 17:25:32 PM

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lestat

Kiiiiiiiiichi, Kiiiiichiii...

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jmcala, estás diciendo lo mismo que yo con otras palabras.

La diferencia es que no sacas conclusiones de a dónde lleva esa estrategia o las sacas y te da igual la nada que algo pero hay mucha gente que de la nada no puede vivir ni puede esperar a que ocurra un milagro.


Saludos


- Cuando todos piensan igual, ninguno está pensando -


RM

respublica:

Si IU y todos los demás excepto Podemos están por la unidad,¿qué impide que vayan todos unidos menos Podemos?

Uleti

Cita de: RM en 08 Junio, 2015, 20:47:51 PM
respublica:

Si IU y todos los demás excepto Podemos están por la unidad,¿qué impide que vayan todos unidos menos Podemos?

A ver si va a ser Podemos...


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Público - 08/06/2015 - 20:28h

A Alberto Garzón


¿Está seguro de dónde se mete?


Por Rafael Reig


Hay quien habla de una segunda Transición. Para decidir si se está de acuerdo o no con esta etiqueta, lo primero que habrá que aclarar es en qué consistió la primera Transición. A mi modo de ver, la recuperación de la democracia, tras la muerte del último dictador europeo, no era optativa: sucedería de todas formas. El verdadero argumento de la Transición por tanto fue el de elegir la forma de las instituciones democráticas o dicho más claramente: en impedir ciertas formas.

En concreto, creo que la Transición tuvo tres pilares: impedir una República, impedir el federalismo e impedir el protagonismo de la izquierda, es decir, del PCE y otros partidos comunistas, que eran quienes habían protagonizado la lucha antifranquista. Todo ello obedecía a la voluntad de Franco, por supuesto, que ya había nombrado rey a Juan Carlos, consideraba indisoluble la patria y había hecho del anticomunismo su misión en la vida. Así se hizo y para apartar al PCE se creó un partido socialdemócrata a cargo de Felipe González. Felipe González y los demás cumplieron con su deber: OTAN, mercado laboral flexible, protección a la Iglesia, etc. En este sentido se puede afirmar que la Transición fue un éxito rotundo.

Sin embargo, con el paso del tiempo y la crisis económica se hizo evidente que la izquierda se resistía a desaparecer. En abril de 2013  el barómetro electoral que Metroscopia realizó para El País daba un resultado alarmante: en intención directa de voto, IU (con el 10,7%) ya superaba al PSOE (con el 8,8%).

Pocos meses después, en enero de 2014, aparece Podemos.

El resultado a la vista está, la segunda Transición tiene el mismo objetivo que la primera: la desaparición de la izquierda.

Es muy interesante recordar ahora aquel estudio de Metroscopia, puesto que deja claro que el bipartidismo estaba ya mandado recoger. Frente al clásico esquema de la democracia del 75/25 (el 75% de los votos repartidos entre PSOE y PP, y el 25% para el resto), la tendencia manifiesta ya era un reparto 50/50. "O para ser más precisos, hacia una distribución en tres grupos 50/30/20: el 50 % correspondería a la suma de votos logrados por PP y PSOE; el 30% a la suma de votos de IU y UPyD; y el 20 % restante a los que corresponderían, en conjunto, a los partidos nacionalistas y regionalistas".

Interesante, ¿verdad? Parece claro que el bipartidismo ya estaba desmoronándose, pero (de nuevo) no valía cualquier forma de romper el bipartidismo. En concreto, no valía romperlo desde la izquierda. En estimación del resultado electoral (que es diferente que la intención directa de voto), Metroscopia le daba entonces a IU un 15,6%.

Hubo que crear (de nuevo) otro partido socialdemócrata. O mejor dicho: otro partido que terminara instalándose en la socialdemocracia.

Pablo Iglesias ya ha advertido a IU que no va a ser su "balsa de salvamento", algo bastante innecesario (quizá muy cínico), porque más bien parece haber sido su vía de agua bajo la línea de flotación. No la única, por supuesto: la propia IU también es responsable de que su buque haga agua.

Así están las cosas y, a mi modo de ver, los mimbres desplegados para un nuevo cesto de bipartidismo reformulado y por fin libre de la izquierda.

Mi pregunta para usted, señor Alberto Garzón, es muy sencilla: ¿usted ha pensado bien lo que hace? ¿Ya no se acuerda de Izquierda Anticapitalista, a cuyos hombros se subió Podemos? Pues pregúnteles cómo valoran aquella experiencia ahora.

¿Cuál es el horizonte que ve usted? Porque, tal y como yo lo veo sí es una segunda Transición, es decir: con más trono, más unidad nacional y sin izquierda.

- Cuando todos piensan igual, ninguno está pensando -

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Por Alberto Garzón



Compañero Rafael, tengo que comenzar diciéndote que sí creo que estamos viviendo una segunda transición. Está ya en marcha, y no sólo es de naturaleza política sino que es sobre todo de naturaleza económica. Desde hace ya varios años sufrimos los efectos de un proceso constituyente dirigido por la oligarquía económica y política que consiste, en lo esencial, en adaptar todas las instituciones políticas y jurídicas a las necesidades actuales del capitalismo. Adaptación que se logra a través de la aprobación y ejecución de las llamadas reformas estructurales. Hablo de las reformas laborales, financieras, de educación y sanidad, de pensiones, de la administración e incluso de las constitucionales. Todas ellas buscan constituir un nuevo entramado institucional que permita la vuelta de los beneficios de los llamados mercados, consiguiendo así que prosiga su curso esta rueda que es el capitalismo y en cuyo seno somos como hámsteres que corremos más deprisa para correr aún más deprisa. No hace falta decir que este proceso constituyente –que destituye el anterior– implica un nuevo orden social, pues los sacrificios recaen sobre las espaldas de las gentes trabajadoras y de la mayoría social. Un nuevo orden social de precariedad sistémica y crisis permanente es lo que se dibuja en ese horizonte. La consolidación del neoliberalismo como ideología y modelo de vida. No hace falta abundar en muchos datos, pues la calle es mejor reflejo de ello que cualquier estadística.

Como economista de inspiración clásica, la de Smith-Ricardo-Marx, considero que es aquí, en las condiciones materiales de vida de la gente, donde se pueden encontrar las mejores pistas que expliquen el comportamiento electoral. La conspiración siempre existe en política, desde luego, sea en los pequeños asuntos o en los más grandes, pero no vale como única explicación de por qué se producen convulsiones tan fuertes en el panorama electoral. Y sobre todo, recurrir a la conspiración como explicación nos lleva a un terreno de análisis que es casi cualquier cosa menos científico.

Efectivamente, allá por verano de 2013 las encuestas dieron en alguna ocasión a IU una intención directa de voto superior a la que tenía el PSOE. Incluso el FMI público en agosto un informe sobre España advirtiendo de los riesgos que conllevaba, para la correcta aplicación de las reformas estructurales, la pérdida de popularidad del bipartidismo. Lo sé bien porque yo mismo pude comprobar una y otra vez, y en cada debate, los miedos de mis adversarios políticos en el hemiciclo: Guindos, Montoro, Draghi, etc. Por entonces, muchos exigíamos un salto cualitativo en las prácticas de nuestra organización así como no contentarnos con el 15% que pronosticaban esas encuestas. Y ello porque de una parte asumíamos errores, a pesar del crecimiento electoral aparente, y por otra entendíamos que transformar esta sociedad requería un apoyo bastante más amplio que el de un 15%. Pero, sobre todo, pensábamos que había un espacio de ruptura que permitía que el proceso constituyente fuera dirigido por las izquierdas, por la mayoría social. Y eso requería adaptar los instrumentos políticos al nuevo contexto –el del desguace del Estado Social y la descomposición de la Estructura Social del país–.

Fíjate, compañero Rafael, que ya en marzo de 2013 le contesté a la periodista Olga Rodríguez, en una entrevista publicada en este mismo diario, que "la gente necesita un instrumento: o Izquierda Unida se convierte en ese instrumento, o si no, la gente buscará otro. Por eso IU tiene que mostrarse atractivo, demostrar que puede aglutinar a la gente a través de un proceso de refundación como el que se planteó en el pasado". Perdón por la autocita, pero se me antoja útil para el debate repasar en estos momentos aquella entrevista. Y no sólo por esa respuesta, pues allí también volvía a insistir en la necesidad de lo que ahora llamamos Unidad Popular. Y, claro, no existía aún Podemos.

Lo que está claro, a mi juicio, es que Podemos tampoco es el instrumento que necesita la mayoría social y sobre el que pensábamos en 2013. Creo que el instrumento es la Unidad Popular, que es mucho más que Podemos y que IU. Yo saludé la iniciativa de Podemos cuando surgió, aun no estando de acuerdo con tal hecho, porque entendía que podía ayudar a construir un movimiento de izquierdas rupturista que evitara la consolidación neoliberal. Pensaba que podríamos cooperar desde nuestra autonomía y que todo ello sería un catalizador de cambios necesarios en toda la izquierda. El programa era idéntico al nuestro y la mayoría de sus integrantes eran compañeros de trinchera. Pablo era el compañero Pablo, aunque se presentara en otra formación.

De un tiempo a esta parte, sin embargo, ha sido preocupante tanto el vaciado ideológico del discurso oficial de Podemos como la desmovilización social que se ha producido. Pero no hay Unidad Popular si no hay calles movilizadas, si no hay mareas, marchas por la dignidad y manifestaciones reivindicativas. Y no hay solución a la crisis si el vaciado ideológico acaba desembocando en una suerte de socialdemocracia laxa que todavía no asume que ya no tiene cabida en esta Unión Europea. No obstante, estas estrategias discursivas de laboratorio no terminan de calar en la gente, aunque sus dirigentes lo intenten, porque las encuestas también dicen que según la opinión pública Podemos está más a la izquierda que IU. Por alguna razón, compañero Rafael, en el imaginario colectivo la socialdemocracia somos también nosotros. Y eso me preocupa. Porque yo soy comunista.

Quizás sea porque en IU hemos cometido errores. Errores como una excesiva institucionalización, neutral en la mayoría de los casos y cancerígena en el caso de Madrid y la gestión de Caja Madrid. Errores que en esta etapa estamos resolviendo con enorme rapidez para poder ser un instrumento útil para la transformación social, que es lo que buscamos. Atrás quedan ya esos rasgos del marxismo-ladrillismo, la vicepresidencia en CajaMadrid-Bankia, la fundación de Ángel Pérez y otros errores de bulto. Lo que queda somos 30.000 militantes honestos y dispuestos a dar la batalla para cambiar este país, con más de un millón de votos en las últimas elecciones y más de dos mil concejales en todo el territorio.

Pero no tenemos la capacidad para lograr nuestros objetivos en solitario. Por eso con muchas otras personas, fuerzas políticas y movimientos sociales tenemos la necesidad moral y política de ponernos de acuerdo en un programa mínimo y cooperar para implantarlo. En ese sentido, poco ha cambiado desde 2013. Los retos políticos también son los mismos.

Por suerte, más allá de los errores de IU, de Podemos y de otras formaciones, la gente que lucha ha logrado ponerse de acuerdo en espacios de Unidad Popular de cara a las pasadas elecciones municipales. No ha sido fácil, pero muchas experiencias han tenido éxito y han arrojado luz sobre el camino a seguir. Allí donde han cooperado las gentes de IU, Podemos, Equo, Anova, ICV... y gentes sin afiliación pero con las ideas muy claras, se ha logrado romper la espina dorsal del bipartidismo. Se han abierto procesos de esperanza que enfrentaran nuevos y más difíciles retos, el de construir la alternativa y con la oligarquía en contra.

Y se da además la circunstancia de que hoy la realidad –no las encuestas– han reflejado también que Podemos tampoco podrá cambiar nada relevante en solitario, pues un 14% de media en votos es claramente insuficiente para cualquier empresa emancipadora. Pero también es verdad que hasta el momento sus dirigentes –no así la mayoría de sus militantes de base– parecen ignorar toda propuesta de cooperación.

Me preguntas, compañero Rafael, si sé entonces dónde nos metemos. Estoy convencido de que sí, con la convicción de quien ha defendido siempre lo mismo.

Una candidatura de Unidad Popular para las elecciones generales podría cambiar este país, evitar la transición neoliberal y poner en marcha un proceso de esperanza para las gentes trabajadoras. No es fácil, y el camino está lleno de obstáculos. Como candidato a la presidencia del país soy plenamente consciente de ello, pero he aprendido a ser coherente con mis ideas y a ignorar los insultos de quienes desde el sistema, desde dentro o desde fuera tratan de ponernos zancadillas. Por eso decimos que nos vamos a dejar la piel en intentarlo.

Tenemos también muy claro que este país no puede repetir la experiencia italiana, pues la ausencia de una izquierda organizada e ideologizada sólo trae monstruos. Las luchas de nuestros padres, madres, abuelos y abuelas no pueden caer víctimas del tacticismo, ni de unos ni de otros. De ahí que le demos tanta importancia a la Unidad Popular. De ahí, compañero Rafael, que sepamos lo que queremos.

- Cuando todos piensan igual, ninguno está pensando -

respublica


Podemos se resiste a que haya otro paraguas que no sea el suyo, pero va a tener que rechazar demasiadas veces las peticiones de confluencia –también las internas–


Isaac Rosa



Perdonen el chiste fácil, pero cada vez que un periodista pregunta a un portavoz de Podemos sobre la posibilidad de sumarse a candidaturas de unidad popular, espero que responda con la típica broma: "Candidatura unitaria, la que tengo aquí colgada". O más bien "la que tengo aquí montada", pues ese es el argumento habitual de Podemos: "¿Quieren una plataforma unitaria? ¡Pues aquí estamos!"

Desde el lugar preferente que le dan los resultados electorales, Podemos propone que quien quiera sumar fuerzas, se presente a sus primarias. Que no hay necesidad de montar un Ganemos, un Ahora o una Marea para las generales, porque habiendo Podemos ya vamos sobrados. ¿Para qué construir la unidad popular, si Podemos ES la unidad popular?

En los días posteriores al 24M, cuando aparecieron las primeras voces señalando lo obvio (que las candidaturas ciudadanas habían funcionado mucho mejor que Podemos en solitario), la reacción inicial fue negarlo: señalaron que Madrid y Barcelona eran la excepción, y que en la mayoría de ciudades Podemos había sacado más votos, mezclando para ello las auténticas plataformas unitarias con muchas otras que eran solo su marca blanca, y que competían con candidaturas similares.

Como las voces a favor de la unidad han ido a más, Podemos ha acabado diciendo que sí, que está a favor de sumar, pero vayan pasando por aquí de uno en uno. Nada sorprendente: es lo mismo que planteaban los sectores más rígidos de IU cuando les sonreían las encuestas tiempo atrás: la convergencia somos nosotros. O en los primeros noventa el PSOE, cuando se presentaba como "la casa común de la izquierda" y abría sus puertas a los sin techo. Es lo que hace cualquier partido que se siente con fuerza suficiente. De ahí que en Cataluña o en Galicia, donde no se ven tan fuertes, Podemos acepte lo que rechaza en otros lugares.

Hay muchos motivos para desconfiar del éxito de una candidatura popular, a tan pocos meses de las generales. Más o menos los mismos motivos que había para desconfiar de que aquel recién nacido Ganemos madrileño llegase a buen puerto tras los muchos titubeos iniciales y los palos en las ruedas (algunos colocados por el mismo Podemos que luego se ha apuntado el éxito).

Si ha sido posible en Madrid, Barcelona y otras ciudades, ¿por qué no intentarlo en las generales? Puede salir mal, claro, pero ¿qué es más probable: que una fórmula de unidad popular salga bien, o que Podemos en solitario crezca mucho más de ese 15% que de media le han dado las andaluzas y las autonómicas?

Hay que reconocerle a Podemos la inteligencia política para irrumpir en el momento más favorable. Y que haya sido capaz de levantar una organización implantada en todo el estado en tan pocos meses. Nunca le agradeceremos bastante que haya llevado el "Sí se puede" a donde parecía impensable. Pero no nos engañemos: el entusiasmo que muchos sentimos estos días no es por los resultados autonómicos de Podemos, sino por el éxito de Carmena o Colau. Y de aquí a las generales, son los proyectos municipales los que más van a lucir, ya que quedan muy pocos meses: suficientes para apuntarse éxitos importantes en medidas sociales, pero no tantos como para meter la pata. Por el contrario, el trabajo de oposición, con un verano por medio, no le va a lucir mucho a Podemos en los parlamentos autonómicos.

Podemos se resiste a que haya otro paraguas que no sea el suyo –ese que dice está abierto para todo el que quiera meterse debajo–. Pero va a tener que rechazar tantas veces las peticiones de confluencia –también las internas–, que igual se lo acaba pensando mejor, para que su rechazo no empiece a sonar a "la que tengo aquí colgada".

- Cuando todos piensan igual, ninguno está pensando -

RM

"es lo mismo que planteaban los sectores más rígidos de IU cuando les sonreían las encuestas tiempo atrás: la convergencia somos nosotros. O en los primeros noventa el PSOE, cuando se presentaba como "la casa común de la izquierda" y abría sus puertas a los sin techo. Es lo que hace cualquier partido que se siente con fuerza suficiente".


A mí me parece un error esta prepotencia de Podemos.Por una vez voy a coincidir con respublica en lo relativo a Podemos.


respublica


Lo que aquí era imposible se ha hecho en otros sitios con facilidad, cambiando las condiciones de negociación, eso sí...


PSOE y Podemos llegan a un acuerdo en Castilla-La Mancha

- Cuando todos piensan igual, ninguno está pensando -

RM

¿Por qué ha sido posible en C L Mancha?

No es porque los de Podemos de allí sean muy buenos.

Muy sencillo,porque si el Psoe quería el gobierno tenía que tragar con las condiciones de Podemos ya que no tienen la muleta de Ciudadanos que aquí ha tenido Susana.O tragan o a la oposición.

Si en CLM hubiese existido Cs ,el Psoe le habría dado a Podemos una patada en el culo similar a la que le ha dado ahora a Podemos aquí y similar a la que le dió a IU hace varios meses.


¡CUIDAMOS LA PÚBLICA!

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